EL RELOJERO
Si el alma fuera un reloj, Chéjov sería el relojero.
Alguien que conoce perfectamente sus entrañas y que sabe cómo es cada una de sus piezas y cómo funcionan sus engranajes.
Lo que hizo a lo largo de su vida fue estar metido dentro, contando lo que ocurre, cómo opera ese mecanismo y qué sucede con esas criaturas condenadas un día a morir y que, mientras tanto, se afanan en ir llenando el hueco de las horas.
Chéjov, ese endemoniado y preciso relojero, supo dar cuenta de cada uno de los sutiles dilemas morales a los que se enfrentan los hombres, pero lo hizo atrapando las cosas que suceden en cada momento, las pequeñas y enormes calamidades, los júbilos y placeres.
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